A pesar de su interés e importancia, los cambios que se han producido en las últimas décadas en la educación escolar, como consecuencia de la incorporación de las tecnologías digitales, son bastante limitados en comparación con los que podemos esperar que se produzcan en un futuro cercano. Hasta ahora, estos cambios han sido fundamentalmente el resultado de los esfuerzos para incorporar estas tecnologías en el contexto educativo formal, ya sea como contenidos y resultados esperados del aprendizaje del alumnado, o como recurso metodológico para promover el aprendizaje y mejorar la enseñanza.
Hoy en día sabemos, por tanto, que donde las tecnologías digitales se utilizan más es en las familias con un nivel sociocultural elevado. Además, en estas familias los usos que se hacen son más flexibles, menos rígidos, más diversos y más participativos.
Esto nos puede hacer pensar en el hecho de que esta multiplicidad de escenarios que ofrecen oportunidades para acceder a la información y al conocimiento, se podrían terminar convirtiendo, desgraciadamente, en nuevos focos de inequidad. Esto sucederá si es que no se ponen en marcha políticas educativas desde una visión que vaya mucho más allá de la educación escolar o de la escolarización.
Finalmente, lo que resulta importante es que no tengamos una posición determinista y en extremo complaciente con el uso de las tecnologías digitales en todos los ámbitos de nuestra vida. Estas existen como herramientas que facilitan nuestros procesos de acceso a la información y al conocimiento
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